Abraham Lincoln (Daniel Day-Lewis), decimosexto presidente de los Estados Unidos, está al
frente de una nación dividida por la guerra que clama por un cambio. Emprende
entonces una lucha para acabar con la guerra, unir al país y abolir la
esclavitud. Es un momento crítico que cambiará el destino de una nación y será
recordado para siempre.
Meh. Esta es la sensación después de acabar “Lincoln”.
Buenas actuaciones, buenísimas, pero la historia aburre un poco y no ha
conseguido acabar de captar mi interés. Vale que quizás no soy una fanática del
cine político y eso puede influir. Supongo que si te interesa el tema, te llega
más, pero en mi caso había momentos en los que no sabía de quien me hablaban o
lo que estaba pasando… La película te exige estar centrado porque los diálogos
y discursos así lo requieren, son rápidos y en algunas ocasiones complejos, y
si te distraes un momento cuesta volver a entrar.
Spielberg nos cuenta la historia de una forma muy calmada,
lenta, con su propio ritmo. No tiene prisa. Por eso quizás, da la sensación que
le sobra un poco de metraje. En algunas ocasiones te dejas llevar por la
emoción, la música te envuelve y te lleva a ese estado aunque no entiendas muy
bien porqué. Es como si te cogieran de la mano y te guiaran hasta ahí. Gran
trabajo de John Williams.
Pero no todo es política, sino que Spielberg intenta mostrar
el lado más humano del presidente a través de la relación con su familia o mediante
las batallitas, anécdotas y chistes que cuenta. La película humaniza la figura
del presidente, y aunque nos muestra una cara muy positiva, también hace
hincapié en algunos trapos sucios.
Si os gusta el cine político y/o la historia americana,
seguro que disfrutareis con “Lincoln” Si no, ya podéis armaros de paciencia y
verla disfrutando de unas grandes interpretaciones.
“No
one is loved as much as you by the people. Don't waste that power. ”